¿Quién es Jose Enrique García?
Mi vida es como una ciudad. Cada decisión ha ido diseñando el skyline de mi realidad actual. La primera piedra de esta preciosa ciudad se puso un 16 de diciembre de 1973.
De niño no quise ser astronauta. Pero quise ser muchas otras cosas. Mis padres me describían como inquieto y curioso con un ‘¿por qué?’ siempre en la boca. Como ahora: me gusta entender el mundo que me rodea.
El tenis. Una de mis primeras pasiones. Me enseñó que con esfuerzo y dedicación todo es posible. Eso era. Todo empezaba a cobrar sentido. Y no estaba solo.
La importancia de las personas. Eso fue el detonante de mi vida. Preocuparme por buscar un mundo mejor para personas mejores. Todo fue posible en algún momento. Siempre he sido muy inquieto. Mis ideas brotaban como un géiser.
Nadie me ha regalado nada. Todo ha sido una lucha por sacar adelante muchas otras ideas. A veces, se han convertido en una realidad. Pero, otras veces no.
Cuando estudiaba Psicología también daba clases de tenis y ayudaba a mis padres con su restaurante. Tiempos en que mi mente era como una esponja, absorbiendo esas enseñanzas de la vida de todas y cada una de las personas que me rodeaban. Aprender. Aprender. Y aprender. Siempre. Todo aquello me ha servido para ser quién soy.
Hice mis prácticas en la Fundación Servicio Valenciano de Empleo. Allí conocí a grandes profesionales que me enseñaron mucho sobre Recursos Humanos. Un término que sigue pareciéndome frío y distante de lo fundamental: las personas.
El año 2000 volvió a cambiar mi vida. El año que comencé mi andadura profesional con Equipo Humano de la mano de Michel Henric-Coll. Todo empezó en un hórreo. El mundo iba más despacio. Pero mi ilusión por el nuevo proyecto era enorme. Así nació Equipo Humano para visualizar la importancia de las personas y de su talento. Un lugar donde caben todas las ideas creativas para hacer un mundo mejor. Con ese espíritu se creó la Fundación Equipo Humano. Mi sueño. Mi gran pasión. Una fundación dirigida a mejorar el empleo.
Equipo Humano fue más que un sueño. Fue un sueño compartido. Y que se proyectó sin fronteras. Más allá de un territorio, de un país o de un continente. Las aventuras no tienen fronteras. Y en esta aventura se unieron una treintena de socios de toda Europa. Ellos confiaron en una idea que nació en un hórreo. Y que se expandió. Y que creció. Y que sigue creciendo.
Es un sueño. Pero es nuestro sueño. Es mi vida. Pero es la de todos. Es mi experiencia sumada a la de todos los que han querido compartir la suya. Es el sueño de hacer la vida de todos un poco mejor. Y, en 20 años, lo hemos conseguido y lo seguiremos consiguiendo.