La creatividad tiene un archienemigo llamado Censor. No se trata de una persona con gafas de pasta y traje negro que elimina con un rotulador rojo todo lo que no sea ‘adecuado’. Si te miras en un espejo, lo verás. Ahí está: en ti. En todos. Esa vocecita que insiste en razonar todo lo que haces. Todo aquello que se salga de la norma, de la rutina. Todo eso recibe en nuestro cerebro una llamada de atención:
¿Qué necesidad de hacer esto?
¿Crees que es bueno?
¿Para qué?
¿Te crees un artista, no?
¿Por qué?
¿Qué sentido tiene?
¿Te parece que tiene calidad?
Esto no sirve para nada
¿Qué te aporta?
Haz algo útil.
Todo este bombardeo contra la creatividad puede conducir a la victoria.
Censor 1 – 0 Creatividad
No son filtros. Son bombas contra tu propio potencial. Minar el talento.
Desgastar la imaginación. Ideas que no fluyen y se quedan abandonadas en el
camino sin posibilidad de volver a ser rescatadas. La incertidumbre y las dudas
vencen sobre el reto. El desafío.
¿Para qué complicarse?, nos dice esa voz interior. ¿Acaso no somos
felices en estos momentos?, nos pregunta la Censura tratando de
manipularnos, atrapándonos por momentos, impidiendo desarrollarnos,
limitándonos, impidiendo iniciar un nuevo camino.
No escuches a tu voz interior cuando estás buscando en tu imaginación. Cuando
te asalten las dudas busca tus propias armas. Una de ellas sería aplicar el ‘sin
embargo’. Alarga tu pensamiento, profundiza en la creatividad, sea donde
sea que te lleve. Dale cuerda al ‘sin embargo’ para impedir que la Censura te
coma.
Otra herramienta: busca el momento. Reserva una parte del día para aislarte de
tu propio Censor. Dile: ‘ahora es mi momento, ya nos veremos después’.
Construye una cápsula donde meter tu creatividad y darle rienda suelta. Será tu
fortaleza para albergar la imaginación. Escoge un momento del día: por la
mañana, por la tarde, por la noche. Cada uno tiene sus preferencias o sus
posibilidades de aislarse en pocos momentos del día. Encuentra el tuyo propio y
conviértelo en un hábito.
‘Ahora no me molestes, mi querido Censor, estoy creando’.
Lápiz, papel e imaginación. Teclear en el ordenador. Diseñar. Dibujar. Pintar.
Colores y formas. Números. Que surja esa necesidad que impera en tu interior.
Que la luz de la creatividad te ilumine en ese momento seleccionado para jugar
con tu propia imaginación.
Deja la mente en blanco. Es lo que menos le gusta a nuestro Censor. El blanco
mental es la kriptonita del Censor. Un método infalible para que desaparezcan
las manchas de los pensamientos rumiantes; un residuo que te acecha en la ducha
o en el coche.
Mente en blanco impoluto. Añade música. Distrae el cerebro de tus rutinas. De
tus problemas del día a día. Añade azúcar para disimular la amargura de tus
obsesiones diarias. Tus quehaceres. Todo aquello que podrás realizar antes o
después de permanecer en tu fortaleza de la imaginación.
Haz ejercicio para buscar esa puerta hacia la creatividad. Corre o nada o baila
mientras huyes del Censor. Crea ejercitando tu cuerpo (‘mens sana in corpore
sano’) y dando rienda suelta a la serotonina, también llamada hormona de
la felicidad.
Constancia y diversión dentro de tu cúpula de la creatividad. Son sus mejores
soportes para que no te asalten los sufrimientos del Censor que siempre está al
acecho para hacerte esa pregunta: ¿qué necesidad tienes de hacer esto?’.