Durante la crisis del coronavirus he recuperado aspectos de mi vida que tenía olvidados. Por ejemplo, los juegos de mesa. Desde las cartas al ajedrez. Pero también inolvidables Monopoly o Trivial. De todos ellos hay un juego que, para mí, reúne todo lo imprescindible para considerarse algo más que un simple juego de mesa.
Un mapa. Ahí están todos esos territorios del mundo. Con los nombres que la sociedad contemporánea ha querido llamar a todos y cada uno de ellos. En un juego como el Risk no hay mayor importancia de un territorio que la propia estrategia. Otra característica del juego que siempre me ha suscitado interés es que cada jugador tiene una estrategia diferente. No se trata de llegar primero. No se trata de tener más fichas o ganar más puntos. Todo lo que hagas tendrá por objetivo derrotar a un enemigo o dominar una serie de territorios. Desde un principio es difícil averiguar la estrategia de cada jugador, pero con el paso de los turnos, acabas descubriendo alguna o todas ellas.
El reencuentro con el Risk me sorprendió después de pasar más de veinte años olvidado en el fondo de un armario. Su reaparición en un momento de cuarentena con la incertidumbre del futuro no podía ser más adecuada. Un juego que permite crear un nuevo mundo. Tras numerosas batallas. Por todo el planeta.
¿Jugamos al Risk?
Nadie contestó a mi pregunta. A mi propuesta. Quería jugar al Risk. Quería compartir el recuerdo de haber pasado muy buenos momentos con aquel juego de mesa. Y nada mejor que hacerlo con dos personas inexpertas. Jóvenes. De diez y doce años. Más o menos la misma edad en la que yo mismo aprendí a jugar. Y recuerdo que no fue fácil aprender un juego como el Risk, pero la aventura por aprender a jugar el Risk fue lo que me sedujo para conseguir, con el tiempo, tener tu propio estilo para conseguir el objetivo de cada jugador. Además, los jóvenes de hoy en día juegan mucho, pero con su móvil. Frente a una pantalla ante jugadores que no pueden sentir ni tocar.
¿Jugamos al Risk?
Jugar al Risk como psicólogo es también una aventura en sí misma. La
comparativa con la situación actual era inevitable: Hay una crisis mundial.
Luchamos por nuestra propia supervivencia. Se trata de un conflicto donde
tenemos una misión que debemos cumplir. Hay que elaborar un plan. Una
estrategia. Ser claro en el mensaje. Y atacar.
Jugando al Risk…compruebo que los jóvenes se pierden, por momentos. Están
dominados por un concepto que proviene de la Guerra Fría: V.U.C.A.
Es decir, un entorno volátil, incierto, complejo y ambiguo. En pocas palabras,
no saben lo que puede ocurrir. Cada movimiento se ponía en duda: ‘pero, ¿qué
haces? ¿no te das cuenta que así te van a comer más fichas?’ Yo estaba atónito.
Me recordaba la situación a la propia realidad. Un entorno incierto. Y volátil.
Y complejo. Ambiguo donde cada decisión se pone en duda. Aunque, en realidad,
nadie sabe bien cuál es el mejor movimiento. Sobre todo, si no existe un
objetivo claro. Una misión.
Un nuevo jugador de Risk. Ya no se trata de una persona tan joven e inexperta. Un adulto que ya conocía el juego. Eso cambió la cosa. Conservadora. Estratega. Reflexiva. Paciente Observadora. Esperaba mientras los demás se destrozaban entre ellos. Nada de llevar a cabo ataques masivos y quedarse sin fichas. Que lo hiciesen los demás. Y, cuando estuviesen debilitados, atacar con todo. Esta nueva perspectiva del juego me hizo pensar que también se correspondía con la propia realidad.
Tras dos horas de juego, la partida comenzaba a quedar clara. Las moradas iban deprisa. Pero sus ejércitos se reducían pronto. Las verdes esperaban para lanzar un ataque relámpago. Y, de nuevo, esperar su momento y atacar. Para las amarillas no parecía existir un objetivo claro, atacaban por doquier, sin valorar más territorio que la cantidad de todos ellos. Y las rojas estaban a la expectativa. Apenas se movían, sólo reaccionaban a los movimientos de los demás.
Los colores, sus estrategias, sus objetivos…¿qué estaba pasando sobre el tablero? ¿acaso no reflejaban también el mundo actual? Allí veía reflejada mi propia experiencia. En mis oponentes al Risk se encontraban resumidas todas esas reflexiones y opiniones y necesidades de tantas y tantas personas que me hablaban de su situación actual. Ahora que reina la incertidumbre, el miedo a actuar, la cautela; pero también las personas que se adaptan a situaciones de crisis, que saben sacar provecho y los que esperan para reflexionar, hacer un parón y plantearse con calma el futuro.
La vida no llega a ser del todo esa partida de Risk. A veces, no hay plan. Al menos, a largo plazo. Es casi imposible. Aún estamos aprendiendo a adaptarnos a un mundo que no sabemos hacia dónde va. Pero lo que sí podemos hacer son pequeñas misiones. A corto plazo. Ir cumpliendo objetivos adaptándose a la nueva situación. La palabra clave es adaptación. Se puede hacer. Día a día. Semana a semana. Tus propias prórrogas de una situación donde cada vez irás teniendo más información para tomar mejores decisiones.
Si vivimos en un entorno V.U.C.A. podemos llevar a cabo estos objetivos:
– Para un entorno Volátil se pueden tener tres planes, tres planteamientos, tres objetivos. Cada uno tendrá su momento, incluso se pueden solapar e ir haciendo, al mismo tiempo. Un plan coordinado, rápido y puede que hasta más barato.
– Ante la Incertidumbre (Uncertainly) será recomendable recopilar toda la información disponible y filtrarla según convenga a tu propio negocio.
– El contexto es variable y Complejo. Pregunta a clientes. Sus necesidades. Continuidad y adaptación según las preferencias de los clientes y las posibilidades que existan en cada momento de la situación actual.
– En un mundo de tal Ambigüedad hay que ser creativos para
diseñar y crear productos que vayan acorde con estos tiempos difusos.
¿Jugamos al Risk?
Elige una misión.
Escoge tus ejércitos.
Establece una estrategia y, sobre todo, ¿qué color vas a elegir?